Las cosas por su nombre
Por Ramón Alfonso Sallard
Claudia y el columnismo mansplaining
En el columnismo político mexicano, dominado por hombres, hay de todo: desde personajes cerriles hasta eruditos con costales de premios a hombros. Hay también auténticos patanes, pero lo que más abunda es el progre buenaondita, que suele hablar de las nuevas masculinidades, aunque a la menor provocación se transforma en un tóxico machín que empieza a pontificar sobre cómo debe comportarse y qué medidas debe tomar, para hacer creíble su liderazgo, la mujer que muy probablemente será electa presidenta de la República el próximo 2 de junio.
Incluso algunos de estos columnistas han escrito sobre mansplaining, pero no han podido evitar acusaciones posteriores de misoginia formuladas por jóvenes feministas, por exhibir comportamientos similares a los que describe Rebecca Solnit, quien acuñó el término, en su ensayo “Los hombres me explican cosas”.
En realidad, la expresión fue producto del intercambio de opiniones de la autora con sus lectores, después de la publicación en 2008 de una primera versión de su ensayo. Ella misma lo explica en un texto publicado cuatro años después, el cual puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.guernicamag.com/rebecca-solnit-men-explain…/
El término mansplaining alude al acto de explicar algo de manera condescendiente sin tener en cuenta que la persona que está recibiendo la explicación sabe lo mismo sobre el tema, o incluso más, que la persona que lo está explicando. Este fenómeno es común entre hombre y mujeres en sociedades patriarcales como la nuestra.
Sin embargo, la propia Solnit ha dicho que no se trata de un hábito totalmente inclinado al género masculino, pues no todos los hombres presentan conductas arrogantes, condescendientes e ignorantes: también hay mujeres que realizan esta práctica con otras mujeres. En México podemos encontrar ejemplos claros de esta variante en el columnismo político. La que exhibe con más frecuencia esta conducta es Denise Dresser, quien suelen explicar de manera arrogante a otras mujeres, como Claudia Sheinbaum, cosas que ésta ya sabe o que conoce mejor que la explicadora.
El columnismo político masculino, sin embargo, ofrece verdaderas joyas de mansplaining. En los últimos días, por citar un caso, Federico Arreola escribió un texto de antología en SDP explicando a la futura presidenta de la República, en términos condescendientes, lo que debe hacer y cómo comportarse con Ricardo Salinas Pliego, el oligarca fascista que se niega a pagar lo que debe al fisco. En descargo de Arreola puede decirse que nunca se ha presentado como un progre buenaondita: es un neoliberal confeso y, al mismo tiempo, es también obradorista por convicción.
Ricardo Raphael de la Madrid es un caso distinto. En su momento pontificó sobre el mansplaining de otros en Milenio, pero muy pronto incurrió en la misma práctica con Sheinbaum al censurar el reclamo airado de ésta a Alfonso Durazo, durante un evento de Morena, adoptando estereotipos de género sobre cómo deben mostrar su enojo o ira las mujeres. La paliza mediática que recibió hizo que publicara un nuevo texto –“¡Yo, misógino!”—en el que dio voz a sus detractoras femeninas, entre ellas Renata Turrent, actual enlace de Sheinbaum con el mundo académico.
Salvador Camarena, columnista de El País y de El Financiero, destaca entre los progres buenaondita. Su imagen y credibilidad no se encuentra tan dañada como la de Raymundo Riva Palacio, por ejemplo. Es tan hábil que, durante un tiempo, despachó como responsable periodístico de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, bajo la dirección de Claudio X. González, mientras departía familiarmente con parte de la élite morenista tabasqueña, pues estaba casado con una feminista cuyo padre fue dos veces candidato a gobernador de esa entidad respaldado por Andrés Manuel López Obrador.
Camarena, en reciente columna publicada por El País, recomendó: “Antes de prefigurar si Claudia y AMLO se distanciarán, chocarán o aquella se supeditará a éste, Sheinbaum debe hacer bueno su liderazgo en el partido, en el que algunos compañeros le dirán, al resistirse: no ganaste, ganamos quimosabi; y en el movimiento no triunfamos solos, sino gracias a ya sabes quién”.
La machoexplicación es un tema sobre el que habremos de escribir nuevamente más adelante. Vale decir, por lo pronto, que no conozco a ningún hombre –desde luego, me incluyo—que en algún momento de su vida no haya practicado el mansplaining. No es excusa, sino un hecho: nacer, crecer y desarrollarse en una cultura machista como la mexicana, dificulta erradicar este tipo de prácticas. Sin embargo, una vez que ya han sido identificadas, no se vale repetirlas.
Una frase de Jean-Paul Sartre define el fondo del asunto: “Nosotros no somos terrones de arcilla. Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos de lo que han hecho de nosotros” (Saint Genet, comédien et martyr, 1952).