Krauze y la internacional reaccionaria
Las cosas por su nombre
Por Ramón Alfonso Sallard
La internacional reaccionaria existe y está muy activa en el hemisferio occidental. La red es coordinada desde Estados Unidos por una organización de la sociedad civil (OSC) denominada Atlas Network, cuyo propósito formal es “promover políticas económicas de libre mercado en todo el mundo”. La finalidad encubierta es combatir por medios ilegítimos (como las recientes campañas de pánico moral) a los gobiernos de izquierda en el mundo, particularmente en América Latina. El historiador Enrique Krauze es una de sus principales voces.
Precisamente en un evento de esta agrupación en Madrid, realizado el 9 de julio de 2021, el antiguo discípulo de Octavio Paz definió al gobierno de AMLO como una “dictadura plebiscitaria” y confesó que extrañaba moderadamente “la dictadura perfecta” donde el PRI organizaba las elecciones.
En el marco del “XIV Foro Atlántico. Iberoamérica: democracia y libertad”, que reunió a los principales exponentes de la ultraderecha iberoamericana, Enrique Krauze sostuvo, sin ruborizarse, que México vivió un periodo democrático del año 2000 al 2012, tiempo durante el cual hubo “elecciones claras, limpias, impecables”. El historiador no ahorró adjetivos contra el presidente López Obrador: “candidato eterno”, “caudillo”, “mesías”, “populista” y varios más. Se trata, dijo, del “gobierno de un sólo hombre”.
En el basurero de la historia quedó la obra ensayística clásica de Enrique Krauze: “Por una democracia sin adjetivos”, cuya vigencia no resistió la prueba de falsabilidad, como tampoco la soportó su autor, que entonces aseguraba:
“Este libro propone un cambio que generaría todos los cambios. El tránsito hacia la democracia plena comenzaría por el respeto escrupuloso al voto pero su sentido es más amplio: la práctica de una tolerancia más cercana a la atención de las opiniones ajenas que a la repugnancia hacia ellas; el civilizado ejercicio de una crítica en la que la imaginación, la fundamentación y la lógica desplacen a las reacciones viscerales, dogmáticas y autocomplacientes; la consideración de la variedad y la pluralidad como fines en sí mismas; la vigilancia atenta y regulada del poder junto a la posibilidad de orientarlo, limitarlo y llamarlo a cuentas; la experiencia cotidiana –individual, colectiva, nacional—de labrar el destino propio con el propio esfuerzo. Entendida así, la democracia es una forma de convivencia en la libertad, no una utopía o un evangelio de salvación, ni siquiera un programa positivo de gobierno. No es una panacea, pero para México es ya el único camino posible de reconciliación nacional”.
Treinta y cinco años después de publicado este libro (1986), el determinismo de Krauze dio un giro de 180 grados: asumió sin matices, y con abundantes adjetivos, una postura ideológica inversa a la que postulaba en aquel best seller. A pesar de que AMLO obtuvo la presidencia de la República con más del 53 por ciento de los votos (más de 30 millones de personas lo eligieron), no tuvo empacho en llamarlo “dictador”.
Por “anteojeras ideológicas”, Krauze abdicó del respeto escrupuloso al voto al que antes convocaba. En 2006 validó el fraude electoral que benefició a Felipe Calderón; en 2012 ignoró la compra masiva de votos a favor de Enrique Peña Nieto y en 2018 dirigió la Operación Berlín, mediante la cual la oligarquía mexicana pretendió, sin éxito, adulterar los comicios presidenciales de ese año.
La postura de Krauze no es nueva. Desde que la revista Letras Libres publicó su famoso artículo “El mesías tropical” (junio de 2006), ilustrado con una viñeta de Calderón –cartonista de Reforma que simpatiza con el fascismo–, el historiador ha estado obsesionado con López Obrador. La desmesura de sus críticas, sin embargo, le han restado credibilidad en el país. He ahí que la internacional reaccionaria se haya encargado de propagar y amplificar en el exterior su credo anti 4T. En algunos países como Estados Unidos y España todavía goza de cierto prestigio.
Atlas Network nació en 1981 como una suerte de think tank que crea think tanks. Lo fundó el británico Antony Fisher, creador también del Instituto de Asuntos Económicos de Londres en 1955. Desde esta plataforma se impulsó la revolución conservadora de Margaret Thatcher.
En cuanto a la filial estadounidense de la internacional reaccionaria, diversos medios de comunicación han documentado que no sólo recibe financiamiento directo del Departamento de Estado norteamericano, sino también de grandes trasnacionales como Exxon Mobil y la tabacalera Philip Morris. A esta misma red favorita de Krauze recurrió, por cierto, la candidata opositora a la presidencia de México, Xóchitl Gálvez, durante sus giras por Estados Unidos y España. No es casualidad, sino causalidad.